Soy conciente que transito, como alma en pena me devaneo, entre las sombras y arrullos de marchitos sueños.
Entiendo que he amado, que amo sin notoriedad, que cada paso que doy atento contra toda costumbre, y que a mi juego existen penas.
¿Cómo entrar en un instante sin hacerlo inolvidable? ¿Cómo abstraigo de esa mirada mi asombro, flaquedad e instinto?
¿Cómo no desarmarme o dispersarme si soy arena y ella la mar que socava?
Soy un hombre perpetuo hasta el fin, una roca que se desgasta, un corazón que palpita como una maquina que lleva el tiempo a cuesta.
Masticare la huella, la pena y la hidalguía que me aleja, porque temo, porque los hombres temen.
Llevo fuego y hambre, locura, necesidad y necedad de hallarte, pero te llorare por siempre, o al menos, hasta que mis cuencas se sequen.
A. Collante
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